(A propósito del cincuentenario de Monte Ávila Editores)
¿Qué le confiere más trascendencia al teatro escrito: el texto como “libreto” representable en un escenario o la obra dramática como literatura, con la escena como recreación prescindible y subordinada al verbo del escritor? Esta añeja dicotomía pudiera parecer un mero asunto especulativo inútil y sin ningún resultado práctico, no obstante, los rumbos del teatro contemporáneo han vitalizado la polémica, puesto que las vigorosas tendencias perfománticas plantean radicalmente el abandono del texto preconcebido, librando la representación a la espontaneidad del actor o el arbitrio del director, este último convertido en déspota absoluto de la puesta en escena actual.
Con más proximidad en el tiempo y la geografía nos resulta la tragedia Virginia (1824) de Domingo Navas Spínola, quien también fue editor y alcalde de Caracas, primera pieza teatral editada en Venezuela y que, aunque es una refundición de otro drama español, nos ayuda a entender las preocupaciones y el horizonte de un público y unos intelectuales en una República que apenas se constituía, a medio camino entre las maneras y gustos