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lunes, 10 de enero de 2011

ARTE ANTIGUO EN LA CALLE

Teatro callejero: fiesta de multitudes
El teatro callejero es la manifestación de las artes escénicas de más arraigo popular. Es el heredero de una tradición de teatro representado en espacios abiertos que comenzó en la antigua Grecia, con los cantos en homenaje al dios Dionisio, teniendo por escenario los bosques aledaños a las ciudades. Nunca perdió el drama helénico la condición de escenificarse a cielo descubierto, ni siquiera cuando evolucionó hasta un edificio teatral que llegó a albergar hasta 12.000 espectadores. Igual, en el Imperio Romano se desarrolló un teatro chusco y de gruesa comicidad, cuyo espacio predilecto fueron las calles, en competencia con toda suerte de chalatanes, malabaristas y volatineros.

En la época feudal, debido a la persecucion religiosa que sólo toleró las escenificaciones estrictamente
católicas, el teatro adquirió un caracter trashumante a cargo de los llamados ‟cómicos de la legua” que, en diversas modalidades, recorrieron toda Europa, representando obras de contenido mundano, procaz y, no pocas veces, subversivo.

Con la llegada del capitalismo, la tendencia a privatizar el acto teatral fue predominando y este dejó de ser una fiesta popular, un evento colectivo de socialización estética y espiritual, para convertirse en un disfrute con valor de cambio, cuando no, en deleitación exclusiva de la élite. No obstante, siguió cultivándose en las capas excluidas y explotadas de la sociedad, una escena que se negó a mercantilizar la imaginación. Aún hoy, ya sea en las tradiciones populares o debido a la audacia de los artistas underground, persiste una escena que se representa por el mero placer de hacerlo o ignorando a conciencia el circuito de las ‟bellas artes”.

No olvidemos, cuando de imprevisto nos encontremos en cualquier plaza con alguna estatua viviente o un grupo de actores que, pese al desprecio de las academias y estudiosos de la estética, encarnan un milenario arte que sigue convocando público a raudales.

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