
Lo anterior nos dice mucho de la prevalencia de ciertos valores culturales que catalogan los gustos y disciplinas según los criterios de los sectores hegemónicos de la sociedad.
Tan vieja y universal es esta manifestación artística como todas las demás. Títeres hubo en la Grecia antigua, en las civilizaciones originarias de la América y en la cultura oriental. Importantes escritores que cultivaron el drama como Federico García Lorca, Maurice Maeterlinck, Heinrich von Kleist o la francesa George Sand dedicaron su talento a los muñecos animados. Sand escribió al respecto: "No hay dos artes dramáticos, hay solo uno. La introducción de los títeres en la escena es un arte que exige tanto trabajo y conocimiento como la introducción de actores reales... La larga historia de los títeres proporciona muchas pruebas de que son capaces de presentar cualquier tema: estos seres ficticios son llevados a la vida por deseo del hombre y se mueven y hablan y en cierto modo se vuelven humanos, inspirados con vida para bien o para mal, para conmovernos o entretenernos."
En nuestro país, veteranos teatreros como que ya partieron Eduardo Di Mauro, Alberto Ravara y José León, entre otros pocos, cultivaron y difundieron a contracorriente esta fascinante forma de representación de manera apasionada.
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