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jueves, 20 de agosto de 2020

Pandemias en el escenario

 

Recientemente espectadores de todas las latitudes pudimos observar por la internet en el teatro de Epidauro en Grecia, construido hace más de dos mil cuatrocientos años,  el montaje de Los persas, tragedia de Esquilo datada en el año 473 (a.C), el texto dramático más antiguo que se conserva. No obstante que la audiencia telemática mundial dista mucho de experimentar la sintonía emotiva y estética del público presencial que llenó el viejo edificio  ocupando los 4500 asientos habilitados para la representación de los 10000 usuales del aforo en el sitio, la experiencia fue bastante enriquecedora y sirve de reflexión para especular sobre el futuro del arte histriónico: ¿Artificios a distancia para los aplausos, carcajadas y rechiflas? ¿Desinfectante en las manos  y tapabocas obligatorios al entrar? ¿Certificado de vacunación para comprar los tickets en la taquilla? ¿Teatros de grandes proporciones en espacios abiertos para asistencia limitada? ¿Concurrencia que desafía la ya dilatadísima pandemia a sabiendas de que al terminar la función un porcentaje de los asistentes estará contagiado?

Las especulaciones sobre el futuro de la escena comienzan a ser iniciativas concretas, como podemos notar por la gran cantidad de experimentos dramáticos que circulan en  las redes: desde funciones colosales como la ya señalada con público presencial aunque distanciado, pasando por monólogos de connotados actores o actrices que se pueden pagar con criptomonedas, sin olvidar la enorme cantidad de ofertas de talleres de formación actoral (voz, improvisación, expresión corporal, etc.) que prometen -dinero de por medio- “entrenar” a los nuevos talentos o aspirantes. No nos extrañe una nueva sala teatral equipada con tecnología antiviral como aspersores automáticos de desinfectante en las entradas, aire acondicionado especializado para la antisepsia y cubículos aislados con vidrio  para los asientos.

Cualquiera sea el final de la coyuntura, para los teatristas la pandemia puede ser un estímulo a la creatividad, si se deciden a desafiar   para la continuidad del milenario arte no solo a los mass media como el cine y la tv que lo desplazaron el siglo pasado en la escala del entretenimiento del gusto multitudinario, sino también a un nuevo enemigo silencioso más implacable contra la escena que el desinterés del público, la iglesia que proscribió a los cómicos ambulantes en la Edad Media y la censura de los gobiernos. 

          La primera peste en el escenario

Siendo el arte social por excelencia, el teatro ha sido espejo y tribuna del devenir y los grandes accidentes históricos. Guerras, catástrofes y plagas han estado presentes en los escenarios, no solo por cuanto significan  calamidades que conmueven a la humanidad, sino por lo efectivas que resultan como resortes escénicos que, sirviendo de contexto o motivo para los argumentos,  disparan las más intensas emociones, estremeciendo a espectadores de todas las culturas y épocas.  Desde la antigüedad griega hasta la contemporaneidad encontramos a las enfermedades epidémicas azotando también en los escenarios, sirviendo como leivmotiv que refleja permanentemente tanto la posibilidad de la muerte individual como la extinción de la  raza humana en su totalidad.

La Peste de Atenas por Michiel Sweerts

La primera pieza en la historia del teatro que nos muestra la maldición y angustia de un  contagio colectivo es la tragedia Edipo rey, escrita por Sófocles y estrenada en Atenas aproximadamente en el 429 aC. El argumento nos plantea la lucha de Edipo, rey de Tebas, quien se propone acabar la epidemia que asola la ciudad luego de que el oráculo revelara que es un castigo enviado por  voluntad divina porque el asesino de Layo, el monarca anterior, no ha sido castigado. El rey pugna por hallar  al culpable y hacer justicia, para acabar con el peligro que amenaza con exterminar a los habitantes. La tragedia llega a la cumbre del dramatismo cuando el jerarca tebano descubre que él mismo dio muerte a su padre en un cruce de caminos, desposándose luego con Yocasta, su madre y esposa de  Layo.  

El dramaturgo situó el argumento, con base en la mitología helénica, en el contexto de la mortandad pestífera que se extendió en las polis griegas poco tiempo antes del estreno, acabando con unos 100.000 habitantes de la península Ática donde está situada Atenas. La enfermedad, ante la cual para entonces se ignoraban medicinas o profilaxis aplicables, tuvo un impacto tremendo en la sociedad helénica. Para entender la pertinencia del espectáculo, basta imaginarse el teatro de Dionisos repleto y sobrecogido del terror, en el cual un personaje mítico como Edipo caracterizado por el orgullo y la omnipotencia, terminaba rendido, ciego y desterrado de la ciudad que gobernaba, el mismo año que Pericles,  gobernante de la ciudad de Atenas,  proyectista e impulsor del Partenón, fallecía víctima de la epidemia. 

           Una muerte convertida en danza

Una pandemia de peste negra o bubónica que comenzó en 1348 acabó con la tercera parte de la población de Europa. Se extendió en sucesivos brotes durante 150 años y se calcula que fallecieron unos 200 millones de personas hasta que se extinguió en 1490. Solo en unos tres años causó 25 millones de víctimas europeas, lo que para entonces era una tercera parte de la población del  continente. Se conoce y menciona poco, pero se estiman unos 60 millones de víctimas más, sumando las de África y Asia. Aunque casi desaparecida gracias a la medicina moderna, aún se presenta en esporádicos brotes que son controlados rápidamente gracias a la aplicación de antibióticos comunes.

La anterior hecatombe que hizo peligrar la existencia del mundo occidental originó una vertiente estética conocida como danza de la muerte o danza macabra, que tuvo un importante desarrollo durante los siglos 14 y 15, expresándose principalmente en la poesía, la pintura y el teatro.

La condesa, grabado parte de la serie de  Hans Holbein
el Joven, 
 inspirada en la danza de la muerte

El motivo central de esta manifestación es la muerte, representada como una figura terrorífica moribunda, un cadáver o una calavera con guadaña sobre un corcel. Ante ella, desfilan sucesivamente distintos personajes de la escala social: el papa, el rey o noble,  el militar, el comerciante, el campesino, el mendigo, un niño… Todos arguyen razones y piden clemencia para no caer segados por el macabro destino, pero es en vano. Nadie escapa a un infortunio que encierra una terrible y, a la vez, sabia lección contra el poder y la vanidad: al final del camino todos somos iguales y no habrá privilegio o fortuna que valga; si la vida nos divide en ricos y pobres, soberbios y humildes, poderosos y desvalidos, la muerte se encarga de igualar las diferencias.

Representada para el teatro, la Danza de la muerte era una mixtura de baile, música y actuación. En la tradición escénica castellana tuvo una gran influencia hasta dos siglos después de surgida en piezas como el auto sacramental Las cortes de la Muerte de Lope de Vega, El gran teatro del mundo de Pedro Calderón de la Barca y el Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Tomamos de este último un fragmento que  describe a una compañía ambulante montada en una carreta para representar el mencionado auto de Lope y con la cual se topan el Quijote y su escudero Sancho en el camino:

 

El que guiaba las mulas y servía de carretero era un feo demonio. Venía la carreta descubierta al cielo abierto, sin toldo ni zarzo. La primera figura que se ofreció a los ojos de don Quijote fue la de la misma Muerte, con rostro humano;
La carreta de Las Cortes de la Muerte de Bartolomeo Pinelli
junto a ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al un lado estaba un emperador con una


corona, al parecer de oro, en la cabeza; a los pies de la Muerte estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas. Venía también un caballero armado de punta en blanco, excepto que no traía morrión ni celada, sino un sombrero lleno de plumas de diversas colores. Con estas venían otras personas de diferentes trajes y rostros.” (Capítulo XI, segunda parte.) 

El cine tiene su danza macabra clásica en El séptimo sello, con guión y dirección de Ingmar Bergman, una obra maestra sin igual del arte fílmico estrenada en 1957.  En la misma,  luego del profundo dilema místico sobre la fe que se plantea con la Muerte como personaje central, al final bailan en lontananza unos comediantes  llevados en hilera y guiados de la mano por esta.

Dos casos de pandemia en el teatro  venezolano

La peste de la viruela causaba un promedio de 200 mil víctimas al año en Europa, cuando en 1802 se expandió hacia la Capitanía General de Venezuela. Ante el peligro de que las poblaciones coloniales fueran diezmadas, el rey Carlos IV promovió una cruzada naviera para llevar la vacuna a las posesiones imperiales del ultramar. La famosa expedición del médico Francisco Javier Balmis llego a costas venezolanas en marzo de 1804, comenzando la vacunación de inmediato. En abril de ese año se organiza la Junta Central de la Vacuna en la idea de masificar en el territorio la inmunización contra la espantosa enfermedad. A la Junta se integró Andrés Bello, como funcionario colonial y hombre de confianza al servicio del capitán general José de Vasconcelos.

            A Bello se le atribuye la autoría del poema dramático Venezuela consolada, datado aproximadamente en 1804 y referido a la llegada de la Expedición Balmis.  A pesar de estar registrado en muchos ensayos y textos referidos a la historia del teatro venezolano dando  por cierto que fue representado en el primer coliseo de Caracas o del Conde, no existe hasta ahora para sostenerlo más que un comentario de dudosa verosimilitud del historiador y ensayista Arístides Rojas. El aserto está contenido en Orígenes del teatro en Caracas (1890), una breve crónica sobre la escena que, aunque de gran valor historiográfico, contiene  afirmaciones  sin soporte documental alguno y errores de fácil comprobación.

La poesía en cuestión fue dada a conocer en la primera recopilación poética completa (1882) de Bello publicada en Madrid, con  prólogo  y estudio crítico del  filólogo colombiano Miguel Antonio Caro, quien califica al manuscrito titulado Venezuela consolada  que acompañaba a la llamada Oda a la vacuna dedicada  a Vasconcelos, como “otro poema” escrito “en lánguido estilo, en romance endecasílabo y endechas reales.” El humanista colombiano expresa una valoración negativa de ambas composiciones, dejando colar con delicadeza su duda sobre la autenticidad autoral del escrito que hoy conocemos como la pieza escénica más antigua de la historia del teatro venezolano. Manifestada la duda anterior, describimos brevemente el poema en cuestión,  escrito en homenaje y agradecimiento al rey por el envío de la providencial vacuna.

Edición de Poesías de Andrés Bello,
compiladas por Miguel Antonio Caro

En la pieza de 343 versos, el autor alternó el uso de estrofas heptasílabas y endecasílabas, con rima asonante en los versos pares. Teniendo un paisaje de árboles del  país como contexto ambiental (o escenográfico, con óptica teatral), El Tiempo, Venezuela y Neptuno intervienen dialogando a propósito de la peste de la viruela que azota la región. Por el mar, a través de Neptuno llega la solución enviada por  Carlos IV, a quien finalmente agradecen como “bienhechor” luego de una breve aparición de un coro de Nereidas y Tritones..

El segundo caso que trataremos es el de Las sombras.  Drama alteico en cuatro actos basado en la vida del bachiller Rafael Rangel de Salustio González Rincones, pieza estrenada el 9 de octubre de 1909 en el  teatro Caracas, por la Compañía María Diez.  El autor conformó junto a  Rómulo Gallegos, Julio Planchart, Enrique Soublette y Julio Rosales, el grupo de jóvenes escritores que editó la revista Alborada, una publicación de escasos números que, no obstante su corta vida, es el punto de partida de la literatura venezolana del siglo XX. Luego de dedicarse inicialmente a la dramaturgia, González Rincones prefirió el camino de la lírica para erigirse como el abanderado de la renovación poética modernista en el país.

Las sombras es una tragedia que transcurre en siete años desde la llegada a la capital de Marcelo Campos, joven pueblerino  que ingresa a la escuela universitaria de medicina,  hasta su suicidio al decepcionarse por no lograr el objetivo de avanzar plenamente en el conocimiento científico, debido a los obstáculos que representan los resabios excluyentes y el poder político.

El autor de Las sombras, Salustio González Rincones (1886-1933)
Está inspirada en la vida de Rafael Rangel,  considerado el padre del bioanálisis en Venezuela, quien puso fin a su vida ingiriendo cianuro luego de un engorroso incidente en el que se le responsabilizó injustamente de no haber atendido adecuadamente la epidemia de peste bubónica que llegó a Venezuela en 1908, en un barco que atracó en La Guaira proveniente de Trinidad.  Al parecer,  la infausta decisión de Rangel también fue motivada  por la negativa del gobierno de Juan Vicente Gómez de proveerlo de una beca para proseguir sus estudios en Europa.

Estrenada apenas dos meses después de la muerte del científico y  a contracorriente de la tendencia de zarzuelas y sainetes costumbristas que prevalecía en ese momento, la obra destaca en la dramaturgia nacional por  trascender de la simple anécdota luctuosa del protagonista –y de Rangel-  para exponer el gran dilema del país: una Venezuela rural y atávica que se opone a otra, representada por la  juventud que se debate contra el poder empleando las armas incipientes del conocimiento y el humanismo.

Para el investigador Luis Chesney,

“es   evidente que la obra expone el conflicto de un individuo excepcional frente a un medio hostil en el cual debió actuar, con ribetes de tragedia, porque a medida que avanza el drama y obtiene logros para combatir la peste negra, el poder lo va aniquilando hasta exterminarlo.” 

El ensayista teatral y docente, Leonardo Azparren Giménez,  nos  comenta sobre el González Rincones,

"es el primer dramaturgo que pone en escena el poder y la tradición como agentes que se oponen y restringen la vida individual y social; por eso su personaje afronta la inseguridad que significa convivir con creencias y costumbres tradicionales y con el progreso posible de los nuevos tiempos, en los que la ciencia enfrenta los intereses del poder político. Son fuerzas que coartan la libertad intelectual y bloquean iniciativas en pro del desarrollo nacional. Campos encarna el desasosiego del individuo que a comienzos del siglo xx ve frustradas sus esperanzas en su intento por vivir para el futuro."

El reconocimiento de Las sombras como una pieza imbricada en la coyuntura histórica que significaba el cambio de régimen de Castro, en un momento de reacomodo político en que   Gómez se presentaba como un regenerador del país, es asomado en nota de El Universal (16-10-1909)  publicada en días cercanos al  estreno y que es citada por Jesús Sanoja Hernández en su ensayo Salustio y su teatro entre las sombras,  

"Para beneficio del primer actor señor Nicolás Carreras, el cual se efectuará el viernes o sábado próximos, ha sido escrito especialmente Las sombras, drama donde se apunta una faz interesante de nuestra complicada vida nacional. El autor de Las sombras, del cual se conocen ya algunos fragmentos, es el joven Salustio González Rincones, inteligente y reposado estudiante de nuestra Universidad Central."

El caso es un ejemplo de como la morbilidad epidémica sirvió de acicate para una creación dramatúrgica que, además de exponer una tragedia personal que causó conmoción pública, se convirtió en trampolín para llevar con clarividencia a las tablas antinomias sociales que tardarían varias décadas en concretarse como factores políticos organizados. 

Colofón

¿Podrán los trabajadores del teatro convertir la tragedia de la pandemia del COVID-19 en una oportunidad? Es el reto a vencer y los ejemplos anteriores son muestra de que es posible. Veremos.

Desde marzo, en el sitio de Instagran del Saint Helens Theatre Royal de Inglaterra  (https://www.instagram.com/p/B99tVq1Hlz0/) acompañando  una imagen de un escenario iluminado por un solitario foco que apunta hacia las butacas vacías, podemos leer las siguientes líneas que son ya un manifiesto escénico que recorre las redes sociales.

En el teatro tenemos una tradición: siempre que el teatro está vacío, siempre nos aseguramos de dejar una luz encendida. Normalmente, en un soporte en el centro del escenario, esta luz se conoce como luz fantasma. Hay muchas historias sobre su origen, pero su significado es inconfundible. 

Significa que aunque el teatro está vacío, VOLVEREMOS. Entonces, aquí está para nosotros. Los actores, los técnicos, el personal de recepción, el equipo de tramoya, los directores, los carpinteros, los diseñadores, los bailarines, los profesores, los estudiantes, los teatristas independientes, los de gira, los que están en el mar, los electricistas, los vestuaristas, los realizadores, los jefes de escena .... LOS ARTISTAS. 

Muchos de nosotros hemos recibido grandes golpes durante este virus. Las ganancias financieras y emocionales se han derrumbado a medida que toda nuestra industria se reduce a nada más que un montón de luces fantasmas. Pero esas luces fantasmas  significan situaciones temporales. Son una señal. Puede que estemos deprimidos ahora, pero nuestra pasión, nuestra creatividad, nuestro impulso sigue siendo el centro del escenario. Desconectaremos esas luces en poco tiempo. Hasta entonces: hay una luz fantasma para que el mundo sepa que VOLVEREMOS.

 

4 comentarios:

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  2. Maestro
    Gracias por leer su literatura.Su indagacion esperanzadora.

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  3. Estupendo documento. Muchas felicitaciones Oscar.

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  4. Gracias Oscar por este, su siempre, aporte al desarrollo del conocimiento y en especifico al teatral, tendrá consciencia su pueblo - Venezuela, ¿el gran baluarte cultural, que tiene en UD.? Es tiempo que lo sepa. Saludos de Patria Grande.-

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