“¿Saben lo que voy hacer? Me dedicaré a andar delante de mí, siempre derecho, hasta conseguir un lugar donde pueda vivir, trabajar y amar en paz. Un lugar en donde los hombres se quieran y se respeten, en donde el amor no traiga como lastre la traición, en donde el trabajo sea digno y sirva para algo. Si algún día lo encuentro les avisaré. Y si no, ¡vendré a decirles que no existe y que debemos luchar hombro con hombro para hacerlo!”. Este parlamento que cierra el monólogo El hombre de la rata (1963), bien puede definir lo que fue la existencia de su autor Gilberto Pinto, hombre integral del teatro venezolano, disciplina a la que se dedicó durante mas de 60 años. Actor, director, dramaturgo y docente, su labor le valió en el año 1999 el Premio Nacional de Teatro, por “el sentido crítico (...) y su incansable labor como formador del teatro nacional”, según el veredicto del jurado que se lo otorgó .
Este hijo de Socorro, una obrera caraqueña de Santa Rosalía, nació en 1929 y cursó estudios hasta el sexto grado. Sobre sus inicios en las tablas, dijo en entrevista realizada por el crítico E.A. Moreno Uribe, “Eran las ocho de la mañana, de un día que ya no recuerdo de aquel 1948. Aquello me sorprendió porque no sabía quien había dejado abandonado ese periódico y además lo leído me llamó la atención. No tenía ninguna inclinación hacia el teatro pero mi profesión de vago me llevó a conocer que era aquello. Me encaminé hacia el edificio Casablanca, de Peligro a Puente República, y Carlos Denis, que era una especie de secretario, me inscribió sin mayores requisitos, porque no había más de 25 alumnos. De pronto me encontré en una clase, escuchando al profesor y viendo las improvisaciones de Luisa Mota y Pedro Marthan, quienes ya tenían un año en esos avatares. Todo eso me preocupó y al mismo tiempo me llamó la atención. Y al dia siguiente estaba estudiando teatro. Desde entonces no he parado y son algo así como 60 años. La vagancia me llevó a la escena.”