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miércoles, 23 de diciembre de 2020

El nacimiento viviente como teatro

La obra literaria mas antigua que se conserva en idioma castellano es la pieza teatral llamada Auto de los Reyes Magos; tiene un argumento navideño y fue escrita aproximadamente a finales del siglo XII, en Toledo (España). Tres siglos antes, en el drama litúrgico, género surgido para complementar la misa católica, se  teatralizaba el officium pastorum (oficio de pastores), que mostraba el peregrinaje y la adoración a Jesús recién nacido, es quizás, la actividad dramática más antigua relacionada con la Navidad de la que se tiene noticia. También, la tradición cristiana, atribuye a san Francisco de Asís, la elaboración del primer pesebre con animales vivos, en la localidad italiana de Greccio, en 1223. En siglos posteriores, estas manifestaciones que eran parte integrante de los rituales, se independizaron  de la tutela eclesiástica para hacerse tradición popular y/o laica en todos los países de religión católica. 
Adoración de los Reyes (1504) de Alberto Durero.
La Navidad 
fue motivo de creación para  grandes artistas

El proceso de dominación cultural que impusieron los conquistadores europeos en nuestras tierras, extendió la costumbre del nacimiento viviente (también llamado pesebre o belén) por toda América Latina. Inicialmente empleado por los misioneros católicos como medio de catequesis y adoctrinamiento de los pueblos originarios, luego fue adoptado por las capas populares, que adecuaron creativamente el vestuario y la composición escenográfica con elementos propios de la localidades en las que aún se representa. En Venezuela también en época colonial, partiendo desde Caracas y otras ciudades principales, se arraigó esta tradición navideña como se puede comprobar en documentos que se conservan de esos años. Según  Antonio Calcaño, la escenificación se hacía en improvisados tablados o tarimas en los corrales hogareños de la gente humilde, como también en los de familias de posición social más favorecida, por lo que es deducible el carácter vecinal de la costumbre. Tal sería la popularidad que cobró esta modalidad escénica, que llegó a ser explotada comercialmente, enfrentando las reprensiones del poder eclesiástico alarmado porque la concurridas escenificaciones escapaban de su control, contaminándose con la propensión pecaminosa del vulgo. 

 Al respecto, nos relata Calcaño:  “...Durante la Navidad de 1787, representaba Nacimientos en su casa Manuel Barboza (...)  Había obtenido del Gobernador y Capitán General, Coronel Don Juan Guillelmi, la autorización necesaria para ofrecer al público su espectáculo.  Sucedió que el Oidor Decano de la Audiencia de Caracas, Don José Patricio de Ribera,(...) entró y presenció la función, la cual no le hizo gracia alguna.  Don José Patricio fue con el cuento al Gobernador, y dijo que 'aquellas risotadas y demostraciones sólo eran tolerables en los teatros de comedias y actos profanos' , y que las tales funciones perjudicaban a la veneración y culto debido a los Divinos Misterios.  El Gobernador se inclinó a favor de la causa de Barboza.  El Oidor escribió al Rey.  El Rey escribió al Consejo de Indias.  El Consejo escribió al Gobernador pidiendo informes.  El Gobernador escribió al Consejo y le envió un abultado expediente en el que declaraban a favor de Barboza(...)”  (La ciudad y su música, Caracas, Fundarte.1980. P 334.) 

Los espectáculos de "Curazao", que así era conocido popularmente el pardo Barboza, se representaban con títeres. Volvió el clero al ataque y. en 1794, al avispado empresario  navideño, le fueron prohibidas las dramatizaciones con asistencia de ambos sexos, permitiéndosele solo las exclusivas para mujeres u hombres por separado y con la asistencia de un sacerdote supervisor.  

El gusto popular arrolló la censura impuesta por el poder y a mediados del siglo XIX, en el teatro caraqueño de Maderero, ubicado en la hoy esquina del mismo nombre, se montaron nacimientos que se hicieron famosos por las escandalosas grescas con las que animaba la función el nutrido público. A pesar de la avasallante transculturización extranjerizante que impuso en el mercado papanoeles nórdicos, trineos con reno y pinos cubiertos de nieve simulada, los nacimientos vivientes, al igual que los pesebres caseros en miniatura, aún permanecen en las costumbres, religiosidad y memoria colectiva venezolana. En escuelas y barrios de los pueblos y grandes ciudades, se siguen celebrando los belenes, a contracorriente de las rimbombancias espectaculares musicales y la histeria consumista que caracteriza a la temporada cada fin de año, incluso en tiempos de pandemia. 
(Publicado originalmente en Todosadentro.)

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